Ella era una niña con unas bellas alas de mariposa, era menuda, de cabello oscuro y piel dorada, como si el sol siempre le acompañara. Sus grandes ojos lo reflejaban todo a su paso, eran cristalinos e inocentes al igual que su corazón, que en su inmensa pureza iluminaba hasta el rincón más oscuro. Sus bellas alas siempre fueron grandes, desde su nacimento se recojían rodeando su pequeño cuerpo de hermosos colores de luz como un gran arcoiris, colores tan brillantes y luminosos que aún hoy continúan sin nombre.
En el momento que pisó la Tierra ya nada volvió a ser igual, sus pequeños pies caminaban desnudos y la vida surgía a su paso, las flores más bellas se abrían ahí donde dirigía su ojos y sus alas de mariposa resplandecían en todas direcciones.
Los humanos no podían creer lo que veían, uno tras otro se acercaban a Ella atraidos por tanta belleza, incluso quienes se hacìan los distraidos les era imposible resistir aquel magnetismo, jamás habían presenciado nada parecido.
Desde su llegada abrió su corazón a todos quienes se acercaron, les dío su mano para ayudarles en su camino y les ofrecío su hombro para sostenerles cuando carecían de fuerzas para continuar.
En la Tierra el tiempo pasaba, Ella crecía y con Ella sus bellas alas de mariposa se hacían más grandes y bellas aún. Sus amigos y personas queridas no lograban comprender como un ser tan humilde e inocente podía albergar tanta grandeza, lo que poco a poco fue sembrando la envidia en sus corazones. Comenzaron a mirar con recelo a la misma que había curado sus heridas y aliviado sus corazones, dàndoles ánimo cuando más lo necesitaban y el amor más puro en cada mirada, en cada gesto y en cada palabra.
Hasta ese momento Ella no se había sentido distinta de ellos, puesto que siempre les había cuidado como una madre cuida a sus hijos.
No tardaron mucho en enfocar sus miedos y frustaciones contra aquella niña que siempre estaba a su lado. Esto ya no era suficiente para Ellos, ahora deseaban lo que Ella tenía, lo que Ella era. Por momentos sus mentes y sus corazones quedaron enturbiados, como el lodo enturbia el agua más pura.
Ella fue menospreciada y humillada incluso por quienes más amaba y en su inocencia infinita la niña de alas de mariposa se entrestecía y lloraba tratando de comprender a que se debía ese trato, porque habían cambiado todos Ellos si Ella continuaba siendo la misma de siempre.
Lo único que se le escapaba a aquella hermosa niña era su propia grandeza, y que cada día que pasaba ésta se manifestaba más claramente a los ojos de todos. Quienes completamente cegados e insensibles a la bondad, tan sólo buscaban la manera de hacerse con aquellas maravillosas alas, absurdamente convencidos de que así obtendrían la grandeza de aquella niña única e irrepetible.
Tal era la pureza de aquella niña con alas de mariposa, que por más que hicieran por arrebatársela todo esfuerzo era inutil, puesto que no hay hombre capaz de tapar el sol y la luna con sus propias manos, ni jarra tan grande para contener el océano.
Ella creció y sus bellas alas alcanzaron tales dimensiones y tal belleza que su mismo resplandor de arcoiris dejó atónitos a todos y cada uno de los seres de la Tierra, por primera vez y de un movimiento ligero y preciso Ella sacudió sus magníficas alas de mariposa y al instante se despredió de ellas una brillante luz dorada en forma de polvo que barrió el planeta entero y con él, a todos a cada uno de sus seres, rocas, vegetales, animales y al mismìsimo hombre, quién en su ignorancia había pretendido igualarse a lo inigualable y compararse a lo incomparable.
Fue suficiente un único aleteo de aquel ser infinito para vaciar las almas de todos aquellos cuyo corazón había sido enturbiado con el deseo y cuyos ojos fueron empañados por la envidia, y así volver a gozar de su verdadero ser, de la más pura felicidad y reconocer por fin a su única y verdadera madre, a quíen habían olvidado durante demasiado tiempo...